martes, 15 de enero de 2008

Estrepitosamente

«No puedo dormir sin la ventana abierta. Los tranvías ruedan estrepitosamente a través de mi habitación. Los autos pasan por encima de mí. Suena una puerta. En algún sitio cae un vidrio chasqueando. Oigo la risa de los trozos grandes de cristal y la leve risilla de las esquirlas. Después, de pronto, un ruido sordo, ahogado, al otro lado, en el interior de la casa. Alguien sube la escalera. Se acerca, se acerca sin detenerse. Está ahí, mucho tiempo ahí, pasa. Otra vez la calle. Una chica grita: "Ah! tais toi, je ne veux plus!" El tranvía eléctrico acude, todo agitado, pasa por encima, más allá de todo. Alguien llama. Hay gentes qu corren, se agolpan. Un perro ladra. ¡Qué alivio! Un perro. Hacia la madrugada hay hasta un gallo que canta, y es infinita delicia. Después, de pronto, me duermo.
Hay los ruidos. Pero hay algo más terrible: el silencio.»

Rainer Maria Rilke, Los apuntes de Malte Laurids Brigge, 1911