martes, 19 de febrero de 2008

Postal desde Lisboa

Ilustración de Javier Fernández de Molina

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Elías Moro Cuéllar

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POSTAL DESDE LISBOA


He tomado un licor donde el poeta aliviaba su desasosiego. Paseo por el Bairro Alto y me detengo a mirar con asombro los viejos escaparates llenos de ruinosos cachivaches.
En una esquina, bajo un cielo de cornisas y balcones de hierro forjado, alguien sin edad ofrece periódicos atrasados, libros antiguos y cartas polvorientas de amor con una letanía barroca de mercachifle. Le compro esta postal donde te escribo, y al pagarle me devuelve una sonrisa que vale por lo menos mil escudos. Veo partir los tranvías y tomo uno de ellos —diminuto, de madera y bronces— que desciende con parsimonia por una calle en cuesta que se precipita al puerto. Compro tabaco en un lugar que ha soportado cien guerras, un túnel oscuro en Rossio con aroma a siglos y frescos como de angelotes pintados en el techo. Con una bolsa de hule en las manos pasa una vieja enlutada por la pena. Viene, desde alguna ventana, una música triste y suave, un olor a herrumbre y sal impregna el aire.

Anochece, mi amor.
El mar de paja me moja los pies
y atracan mansamente los últimos ferrys.