«Viajamos en el tranvía, por desiertas carreteras, hasta la parada final de Heiligkreuz. Después de recoger, el cobrador nos explica el camino hasta el lago de Constanza. Echamos a andar, pasando, a la izquierda de la iglesia, por el oscuro bosque que lleva al parque natural de St. Peter und Paul, cuyos gamos, ciervos y renos salen de la espesa niebla como personajes de cuento. Robert está fascinado. Al llegar al restaurante del parque, hemos olvidado completamente la complicada explicación del cobrador. Por eso echamos a andar por una carretera cualqueira y preguntamos a dos o tres personas por el lagao de Constanza. Les divierte que queramos ir tan lejos a pie. En una fonda llamada Zur Sonne, pedimos vermut y crepes de queso calientes. Nos saben de maravilla. Luego, la rolliza camarera nos explica que no estamos lejos de la parada del tranvía del que nos bajamos hace hora y media.»
Carl Seelig, Paseos con Robert Walser, 1977