T R A N V Í A
—Don Obrero, ¿se encuentra usted bien? —preguntó Babenberg.
—Sí, no se preocupe, don Leo. Es nada más el tranvía, que ha enganchado a un individuo ahí, enfrente de su casa, y traigo un susto que para qué.
Era sensible, el barbero era sensible. Babenberg llamó a Aquiles y le pidió que le pusiera a don Obrero un brandy. Le dio cuartelillo.
—¿Cómo ha sido eso? –preguntó.
—Espantoso. Estaba a mi lado, ahí, mismamente en la esquina. Iba a cruzar la calle cuando alguien ha pasado corriendo y le ha empujado sin querer y con tan mala sombra que en ese momento pasaba el tranvía. Le ha enganchado y le ha partido en dos. Las piernas se han quedado enfrente del Café Español y el tronco se lo ha llevado Hortaleza para arriba. No sé cuándo habrá parado, yo no me he querido quedar.
Antonio Orejudo (Madrid, 1963)
Fabulosas narraciones por historias, 1996 y 2007