Agustín López Ramírez
galeno y poeta de Camagüey
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L O S T R A N V Í A S
Camagüey tenía veinte exactamente,
carromatos eléctricos ruidosos
que la surcaban casi presurosos
pese al ritmo pausado de la gente.
Sobre rieles de anchura diferente
contoneábanse en gestos voluptuosos,
y a su vaivén viajeros valerosos
chocaban entre sí efusivamente.
Animales y carros asustados,
como de algún dragón de años pasados,
compartían los azares de las vías.
Todos color naranja, ¡eran tan bellos!
Camagüey, que creció gracias a ellos,
trepó a ciudad en cables de tranvías…
carromatos eléctricos ruidosos
que la surcaban casi presurosos
pese al ritmo pausado de la gente.
Sobre rieles de anchura diferente
contoneábanse en gestos voluptuosos,
y a su vaivén viajeros valerosos
chocaban entre sí efusivamente.
Animales y carros asustados,
como de algún dragón de años pasados,
compartían los azares de las vías.
Todos color naranja, ¡eran tan bellos!
Camagüey, que creció gracias a ellos,
trepó a ciudad en cables de tranvías…