Entonces vi llegar el «pata de palo» y me aposté en la parada. Ya estaba casi totalmente obscuro: montaron sólo un par de personas, porque aún no era la hora de regreso del trabajo. No tenía dinero, por lo que dejé que el tranvía arrancara y después me monté detrás, como había visto hacer a otros compañeros míos. Siempre que se detenía el tranvía, me bajaba y, en cuanto volvía a arrancar, me apresuraba en volver a subirme.
Ermano Olmi, Chico de barrio
Libros del Asteroide, 2009, pag. 174
Libros del Asteroide, 2009, pag. 174
Traducción de Carlos Manzano