domingo, 7 de abril de 2013

Si se toma el tranvía


Pedro Salinas 
(1891-1951)
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EL HOMBRE PIENSA EN EL NIÑO

Esta tribulación, esta parálisis.
Verse así, tan sin fuerza, incapaz de alcanzar a nada de
eso, a que antes alcanzaba:
a la montaña que está a trece leguas,
a las montañas que están en el cielo de las nubes,
sin poder recoger las estrellas,
y echármelas una a una en el bolsillo
como he hecho tantas veces,
cuando tú me llevabas de la mano.
Pero ahora: estarse quieto
en este estrecho ámbito, en la casa,
sus tres pisos, en el barrio, si se toma el tranvía, algo más lejos
en la ciudad y si acaso, si acaso
si hay dinero bastante, para un viaje en avión a otro continente.
Nada más: eso y nada más es lo que podemos alcanzar
los paralíticos,
venidos a este triste estado de mayores,
de sabios, de mecánicos, de maestros,
que sabemos dónde están los lindes de todo:
y lo que ya no podemos tocar.
Aún recuerdo una tarde:
«mamá, mira que brazo tan largo, largo, tan largo tengo
—yo tumbado en el suelo— al salir de la luna…
Mira cómo se alarga… mira… sube, ya sube más, míralo: llega,
toca la luna. Ya la he cogido.»
Y apretando la mano y luego abriéndola
le di a mi madre, a que me lo guardara,
el fruto aquel del cielo.
Y lo guardó en su bolso. Al volver, con la luna allá en lo alto
yo me reía: era ya de mentira, la de verdad, la buena,
dormiría a mi lado aquella noche.

(1948-1949)

Poesía inédita, Edición de Montserrat Escartín Gual. Cátedra, Madrid, 2013. Págs. 383-385