sábado, 7 de octubre de 2023

Billetes de tranvía



Mircea Cărtărescu 
(1956) 
_______________________________

Nostalgia (II) 

Fuera todo era igualmente triste: el mismo aire rojo a través del cual pasaban los tranvías, como a través de una niebla. (Pág. 153) 
 


Recuerdo cómo salí al aire helado de enero, y cómo me desplomé en la nieve al intentar sujetarme a la barra del tranvía. (Pág. 157) 


Los deshechos se multiplicaban: hilos de lana de colores, fotografías rotas en pedazos, billetes de tranvía, brazos de muñecas de trapo, metros y metros, empapados, de papel higiénico.(Pág. 174) 


Por encima de nosotros se escuchaba claramente el ruido de la circulación, el traqueteo de los tranvías que luego se alejaban, los motores de los coches acelerando(Pág. 174) 


Mi madre y yo, vestidos de domingo, tomábamos el tranvía, que avanzaba a duras penas entre carros y Pobedas, haciendo sonar la campana con desesperación. Los tranvías eran de madera, con muchos marcos exteriores, con ventanillas pequeñas y un único faro frontal, sobre la reja metálica.(Pág. 225-226) 


Al mediodía el tranvía iba lleno. Campesinos alegres, con boinas, gorras y pantalones cómodos, y mujeres con faldas floridas y pañuelos a la cabeza llenaban el vagón riendo, armando jaleo, discutiendo con la cobradora. Algún graciosillo decía en tono grueso: “¡Billetes, por favor!”, y te quedabas helado aunque tuvieras billete. Por las tardes, el tranvía estaba casi vacío, la cobradora dormitaba entre las paradas con la cabeza apoyada en su mostradorcito, mamá también cabeceaba en su asiento, conmigo en brazos, mientras yo contemplaba las nubes púrpuras que ardían sobre las casas de tejados negros, en zigzag, irregulares.(Pág. 226-227) 


 Mircea Cărtărescu, Nostalgia, Impedimenta, Madrid, 2012. Traducción de Marian Ochoa de Eribe.