martes, 15 de abril de 2008

Antes de la guerra

Foto de Tim van Dijk

Izet Sarajlic
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ADIÓS AL TRANVÍA Nº6

La última vez que tomé el tranvía nº6
fue para ir a Ilidza a recoger
a mi hermana Raza que salía
del Centro de Rehabilitación.

Lleno de gorros serbios, retratos de Milosevic y carteles
anunciando las veladas de la «gusla»,
Ilidza tenía un aspecto terriblemente siniestro.

Pocos días antes de la guerra, estaba yo
en la estación de trolebuses en la calle Máximo Gorki.

En la estación de tranvías,
a punto de salir, estaba precisamente el 6
con un solo viajero: Miodrag Zalica.

Zalica, al verme por la ventanilla,
me saludó con mi último libro de antes de la guerra:
«Adiós al idealismo humanista europeo».

Justo entonces llegó mi trolevús en dirección a Skenderija
y, sin poder hablarnos, nos despedimos así.

Fue nuestro último encuentro.

Si lo hubiéramos sabido
habríamos ido, por lo menos, al «Kvarner»
a tomarnos un par de copas
como en los tiempos en que Mustafá Ziric
nos había publicado:
a él, El mercado del sueño,
a mí, Weekend gris.

El año pasado,
gracias al general Michael Rose,
comandante de la UNPROFOR para Bosnia-Herzegovina,
el tranvía de Sarajevo,
o mejor dicho, solo la línea
de Villa Cengic a Bascarsija,
había vuelto a funcionar.
Ahora vemos también que esta línea,
expuesta cada día al fuego de los francotiradores de Grbavica,
funciona solo para subrayar nuestro estado de reclusión.

Donde mejor funcionan los tranvías de Sarajevo
es en mis poemas de antes de la guerra.

Cómo chirriaban en ellos le encantaba
al poeta italiano Alfonso Gatto.
Quizá porque le reocrdaba su infancia
transucrrida en Salerno.


Alfonso, en 1976, murió en un accidente de automóvil.
Lloré su muerte con este poema.

Traducción de J.V. Piqueras, S. Gudzevic y R. Marzano.