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Como notificó el policía, el muchacho se había parado en medio de la calle, casi al final del camino a la escuela, justo cuando el tranvía a caballo se acercaba al trote y el cochero tocaba la campanilla como un poseso.
Cuando el padre le pidió explicaciones detalladas, Wolfram no logró acordarse de nada, salvo de que el conductor le había agarrado por el cuello y le había zarandeado.
—¡Pedazo de bruto!, ¿quieres que por tu culpa me metan en el talego? ¡Seguro que lo has hecho a propósito!
Si Wolfram no hubiese ido tan bien vestido, el conductor le habría propinado una buena bofetada; pero se contentó con entregarlo al policía que pasaba por allí haciendo su ronda.
Venganza tardía. Tres caminos a la escuela.
Tusquets editores. Barcelona, 2009. Pág. 30.
Traducción de Enrique Ocaña.