Fabian dejó un marco sobre la mesa y se marchó. No tenía ni idea de dónde se encontraba. Si uno sube al autobús de la línea uno en la Wittenbergplatz y en el Potsdamer Brücke hace transbordo y toma un tranvía, sin fijarse en el número, para bajarse del mismo a los veinte minutos, porque de repente aparece una señora que se parece a Federico el Grande, no es de extrañar que no sepa dónde se encuentra.
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FABIAN, de Erich KästnerMinúscula, Barcelona, 2010
Traducción de Miguel Ángel Vega Cernuda
(Pág. 12)
Traducción de Miguel Ángel Vega Cernuda
(Pág. 12)