martes, 27 de abril de 2010

Leyendo en el tranvía

Cees Nooteboom
(1933)
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Por lo general, las personas no revelan mucho de sí mismas —lo que piensan, lo que se les pasa por la cabeza— cuando van sentadas en un tranvía mirando por la ventanilla, y desde luego tampoco lo que les sucede cuando van leyendo en el tranvía. Por suerte, el propio Borges lo describió en una de sus siete charlas a las que dio el título de Siete noches; vemos ante nosotros al bibliotecario, todavía joven, que todos los días toma el mismo tranvía para acudir a su biblioteca, en el extrarradio de Buenos Aires. Los demás pasajeros cotidianos conocen bien al hombre que está siempre enfrascado en su libro, la cara cerca de la página. Pero lo que pasaba detrás de esa cara solo podemos verlo porque podemos leer, tal vez incluso en otro tranvía, lo que mucho después escribió al respecto.

Tumbas de poetas y pensadores
Ed Debolsillo, 2009, pág, 136.