(1956)
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EL RULETISTA
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Ningún lector habría aceptado que en su mundo pudiera vivir, apretujado en el mismo tranvía, respirando el mismo aire, un hombre cuya vida es la demostración matemática de un orden en el que ya nadie cree o en el que cree tan solo porque es absurdo. (Pág. 19)
Justamente en la entrada, un tranvía había descarrilado, se había empotrado contra el escaparate de una tienda de muebles y había destrozado los cristales. (Pág. 52)
El Ruletista, Impedimenta, Madrid, 2010. Traducción de Marian Ochoa de Eribe Urdinguio