Tran... vía..., tran... vía... —ajustaba el paso al ritmo de esas sílabas, pero de pronto extenía una mano y tomaba una moneda de oro que el sol dibujaba en el suelo y subrepticiamente la guardaba en un bolsillo, con gesto pueril.
(Pág. 20)
No ha mirado atrás, pero sabe que detrás de ella, en la casa, la madre sigue esperándola. Que detrás de ella, en la cartera, sólo hay treinta centavos para sus viajes en tranvía.
(Pág. 40)
¡Qué cosa tonta y desaparada y afligida es una chica sola, en las calles nunca recorridas de un pueblo suburbano y fabril, con una ratita blanca en el estómago, y un miedo desparramado en el alma a no sabe qué peligros y encrucijadas, y pensando en lo que no se debe hacer, y en su hambre, y en una mampara detrás de la cual está lo familiar, y el bistec, y la ensalada, y un vaso de leche, y el gato, y el sol aplomado en el patio y la prisa empujándola después por el centro de la plaza, y el tranvía que no llega, y lo rutinario, y la seguridad de gestos que son siempre uno sobre otro calcados y apaciguantes!
(Pág. 60)
La mampara, Barataria, Barcelona, 2011.
(Pág. 20)
No ha mirado atrás, pero sabe que detrás de ella, en la casa, la madre sigue esperándola. Que detrás de ella, en la cartera, sólo hay treinta centavos para sus viajes en tranvía.
(Pág. 40)
¡Qué cosa tonta y desaparada y afligida es una chica sola, en las calles nunca recorridas de un pueblo suburbano y fabril, con una ratita blanca en el estómago, y un miedo desparramado en el alma a no sabe qué peligros y encrucijadas, y pensando en lo que no se debe hacer, y en su hambre, y en una mampara detrás de la cual está lo familiar, y el bistec, y la ensalada, y un vaso de leche, y el gato, y el sol aplomado en el patio y la prisa empujándola después por el centro de la plaza, y el tranvía que no llega, y lo rutinario, y la seguridad de gestos que son siempre uno sobre otro calcados y apaciguantes!
(Pág. 60)
La mampara, Barataria, Barcelona, 2011.