Hay calles de nombres olvidados
por donde todavía siguen esperando a los tranvías,
raíles donde los años se aposentan
en un orín doloroso
de días lluviosos en octubre
y fríos del todavía gélido febrero.
Así y todo las arrugas del tiempo
saben darles esa pátina de todo lo pequeño,
tiendas diminutas cuando fueron de inolvidables sueños,
casas de barbero donde ahora hay locutorios,
el zapatero, el sastre, el vendedor de ultramarinos
todos perdidos entre la jubilación y el abandono,
bares y cafés que habitan en los traspasos
pero que guardan la barra alta, las mesas de mármol
y ese espejo antiguo por donde fuimos creciendo.
Hay calles cruzándote la vida,
con su olor de horno, a pan y a magdalenas,
a sardinas rancias en sus cubos
al olor a fragancia de una vecina,
y esos pasos, las huellas de un niño
y de tantos que desaparecieron
siempre esperando....
por donde todavía siguen esperando a los tranvías,
raíles donde los años se aposentan
en un orín doloroso
de días lluviosos en octubre
y fríos del todavía gélido febrero.
Así y todo las arrugas del tiempo
saben darles esa pátina de todo lo pequeño,
tiendas diminutas cuando fueron de inolvidables sueños,
casas de barbero donde ahora hay locutorios,
el zapatero, el sastre, el vendedor de ultramarinos
todos perdidos entre la jubilación y el abandono,
bares y cafés que habitan en los traspasos
pero que guardan la barra alta, las mesas de mármol
y ese espejo antiguo por donde fuimos creciendo.
Hay calles cruzándote la vida,
con su olor de horno, a pan y a magdalenas,
a sardinas rancias en sus cubos
al olor a fragancia de una vecina,
y esos pasos, las huellas de un niño
y de tantos que desaparecieron
siempre esperando....