Rua da Conceição, mes de noviembre.
Lisboa parpadea con sus luces
mientras el maquinista de un tranvía
recoloca su trole en una curva
en la que una gitana asa castañas.
Qué suerte haber llegado aquí contigo,
disiparnos por Sintra entre la niebla
que fuera tinta aguada de Lord Byron.
Y qué suerte también por esta casa,
por no habernos salido de la guía
aun habiendo tomado tantas curvas.
La voz de Amália empaña los cristales
que enmudecen el ruido de los cláxones
y ya no hay nada más que esta alegría
dejando sus pisadas por el folio.
Qué suerte haber llegado aquí contigo,
confirmarnos al ritmo en que los sueños
ganan en precisión a los recuerdos
que mañana tendremos de estos días.
El eco anticipado. Pre-Textos. Valencia, 2011. Pág. 46