martes, 21 de mayo de 2013

Casi hasta el final de la línea 7


Para la segunda visita, Kurt subió a un tranvía repleto de amas de casa que cargaban con bolsas de fruta y viajó hacia el Norte, como si se propusiera dejar Bielefeld en dirección a Bremen por la interminable Herforder Strasse, casi hasta el final de la línea 7, momento en el que se apeó en una sucia callejuela desde la que pudo acceder —a través de un patio interior infestado de avena loca en el que niños de aspecto famélico jugaban sin demasiado entusiasmo a la rayuela— a una vieja casa de tres pisos, el último de los cuales ocupaba una mecanógrafa llamada Rachel. 

Ricardo Menéndez Salmón. La ofensa. Booket, 2009. Pág 18