Francis Scott Fitzgerald
(1896-1940)
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EL GRAN GATSBY
Se marchó con la sensación de que si hubiese buscado con más ahínco, la habría encontrado: que la estaba dejando atrás. El vagón de segunda –ya no tenía dinero— era un horno. Salió a la plataforma abierta y se sentó en una silla plegable; desapareció la estación y pasaron ante él las fachadas traseras de edificios anónimos. Luego salieron a los campos primaverales, donde un tranvía amarillo pasó unos instantes a su lado con viajeros que quizá hubiesen visto alguna vez la pálida magia del rostro de ella en una calle cualquiera.
Ed. Nórdica Libros. Pág 193. Traducción: José Manuel Álvarez