miércoles, 3 de septiembre de 2008

En la ciudad

1905
Decidí quedarme donde estaba hasta que el lugar me aburriera, y me consideré muy afortunado por poder hacer eso. Si se me hubiera ocurrido algo así en Tokio, ya me habría atropellado un tranvía, o me habría molestado un policía. En la ciudad no pueden captar diferencia entre un ciudadano respetuoso de la ley y un vagabundo. Es más, les pagan enormes salarios a los detectives que son los máximos bribones.

NATSUME SOSEKI, Kusamakura. Almohada de hierbas.
Ed. Kaicron, Buenos Aires, 2007, páginas 123 y 124