domingo, 11 de septiembre de 2011

El chirrío del tranvía


JUAN FÉLIX BELLIDO
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A Brasileira, detenida en el tiempo;
Pessoa consumiendo ese último sorbo...
el Chiado, Camoens contemplando
desde el cielo enhebrado
que sacude el chirrío del tranvía.
Un mirador con nombre de hombre santo
enfrentado a un castillo
donde el sol reverbera
dorando los tejados de la Alfama.
Parada y vinho verde en La República
para obviar la comida y acariciar soñando
la rebeldía utópica
que aún conservo en mi pecho.
Y tus sabrosos besos por la Baixa;
Jugosos labios sobre la piel morena de tu cara;
tus manos, titubeantes siempre para trazar rutas,
segura y firme agarrada a la mía.
El sol de agosto
sobre tu piel dorada sazonada de océano.
A lo lejos las Indias,
aquí la Torre de Belén,
labrada piedra encallada a la orilla.
Al sur, Al-Andalus
y un tremolar de banderas rotas.
Tus labios y tu piel,
el viento que se enreda en tus cabellos.
Y no saciaba el mar toda tu sed
que quedó desterrada en un abrazo.
Mis brazos te rodearon
y tú te estremeciste;
tu piel cobró el calor
y tu sed y la mía
se saciaron de mar y arena fina.
Era verano
y Lisboa perdonaba las quimeras.

Y tú la mar. Ánfora Nova, Rute, 2003