A Brasileira, detenida en el tiempo;
Pessoa consumiendo ese último sorbo...
el Chiado, Camoens contemplando
desde el cielo enhebrado
que sacude el chirrío del tranvía.
Un mirador con nombre de hombre santo
enfrentado a un castillo
donde el sol reverbera
dorando los tejados de la Alfama.
Parada y vinho verde en La República
para obviar la comida y acariciar soñando
la rebeldía utópica
que aún conservo en mi pecho.
Y tus sabrosos besos por la Baixa;
Jugosos labios sobre la piel morena de tu cara;
tus manos, titubeantes siempre para trazar rutas,
segura y firme agarrada a la mía.
El sol de agosto
sobre tu piel dorada sazonada de océano.
A lo lejos las Indias,
aquí la Torre de Belén,
labrada piedra encallada a la orilla.
Al sur, Al-Andalus
y un tremolar de banderas rotas.
Tus labios y tu piel,
el viento que se enreda en tus cabellos.
Y no saciaba el mar toda tu sed
que quedó desterrada en un abrazo.
Mis brazos te rodearon
y tú te estremeciste;
tu piel cobró el calor
y tu sed y la mía
se saciaron de mar y arena fina.
Era verano
y Lisboa perdonaba las quimeras.
Y tú la mar. Ánfora Nova, Rute, 2003
Pessoa consumiendo ese último sorbo...
el Chiado, Camoens contemplando
desde el cielo enhebrado
que sacude el chirrío del tranvía.
Un mirador con nombre de hombre santo
enfrentado a un castillo
donde el sol reverbera
dorando los tejados de la Alfama.
Parada y vinho verde en La República
para obviar la comida y acariciar soñando
la rebeldía utópica
que aún conservo en mi pecho.
Y tus sabrosos besos por la Baixa;
Jugosos labios sobre la piel morena de tu cara;
tus manos, titubeantes siempre para trazar rutas,
segura y firme agarrada a la mía.
El sol de agosto
sobre tu piel dorada sazonada de océano.
A lo lejos las Indias,
aquí la Torre de Belén,
labrada piedra encallada a la orilla.
Al sur, Al-Andalus
y un tremolar de banderas rotas.
Tus labios y tu piel,
el viento que se enreda en tus cabellos.
Y no saciaba el mar toda tu sed
que quedó desterrada en un abrazo.
Mis brazos te rodearon
y tú te estremeciste;
tu piel cobró el calor
y tu sed y la mía
se saciaron de mar y arena fina.
Era verano
y Lisboa perdonaba las quimeras.
Y tú la mar. Ánfora Nova, Rute, 2003