miércoles, 7 de septiembre de 2011

Explorar la noche junto a la ventanilla en un tranvía de Ámsterdam implica evocar el tren de la bruja



Luis Artigue
(León, 1974)
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ME UNO A TU APLAUSO, ÁMSTERDAM


A Germán Gullón


Ven,
no tengas miedo
al factor de corrección de los recuerdos
ni a esa exposición absoluta de las chicas de oriente de los escaparates
las cuales lo repiten
como quienes saben curar invisiblemente:
después de la primera concreción impuesta por el deseo ya todo es tránsito.
¡La plenitud sensorial parecía un crimen en tus ojos!
Ven,
-cerciórate de que explorar la noche junto a la ventanilla en un tranvía de
Ámsterdam
implica evocar el tren de la bruja-
y adéntrate en ese hospital homeopático que era la noche en Rembrandtplein
entonces,
tras entrar a meditar por vez primera en un coffee shop con algo
de templo
budista
anexo a dos locales donde las empleadas del sexo
escindían cada vez más su cuerpo y su alma
(lo dice esta ciudad: la vida, como un viaje en tranvía, consiste
en saber ir emocionado de estación en estación.).

No
vuelvas a conformarte con una suerte de bata de fotógrafo de color azafrán
sobre tu cuerpo antes de descalzarte
y cerrar los ojos para ver los orificios de tu mente
por los cuales entran ratas
y luz:
así sabrás
que los dioses
se desvanecen
dentro de ti.
Regresa
a ese momento en el que expandiste tu fe normativa
para poder volver al poco a comparar estigmas con los inmigrantes alcohólicos
que intercambiaban su melancolía en los cafés oscuros atestados de confort
emocional
y música
en directo.
Te mostraré quién eras
y como un humorista abstracto podrás consagrar el paisaje irreconocible
en honor al devenir.
Así sabrás que en tu memoria eres otro.
Así dejarás de intentar que tu pasado te reconduzca
tras comprobar con qué dulzura la libertad toma partido en las almas….

Ámsterdam
estaba lleno de objetivos mentales exigiendo ser cazados al vuelo y tú
como un borracho de iniciaciones mirando la luna embotellada del

Barrio

Rojo.