El tranvía es una pieza de museo. No creo que lo hayan reemplazado desde que comenzó a funcionar por primera vez hace más de cincuenta años. Se arrastra por la carretera atestada repiqueteando a la impaciente velocidad de cinco millas por hora, reventando por las costuras debido a su inmensa carga de pasajeros, mientras que los pilluelos, a su paso, intentan colgarse de cualquier saliente, de los imaginarios dedos de sus pies y de sus cejas.
Ruskin Bond, Delhi no está lejos, Automática Ediciones. Traducción de María López. Pág. 122.