martes, 19 de marzo de 2013

Como al pie de un tranvía



Roberto Gache 
(1891-1966)
 ________________________ 
 BAILE Y FILOSOFÍA 
(1928) 

Es que somos todos un poco avaros; la avaricia es el fondo último de nuestra vida. Vivimos acumulando bienes y riquezas; nos place hacer de los otros nuestras víctimas; nos place abusar de los otros. El lustrador de botines es nuestra víctima de hoy: él, por un mismo precio, va a lustrar dos veces nuestros botines. Nosotros, al retirarnos de su casa, vamos a sentir la íntima fruición de llevar, debajo de nuestro brillo visible, otro brillo invisible que no hemos pagado. La misma íntima fruición de pecado con que somos felices cuando, al bajar del tranvía, advertimos que no hemos pagado el boleto. (Pág. 26)


 Las mujeres que van por la calle, que están en los teatros, que viajan en los tranvías, son nuestra fiesta preferida de todos los días. A veces, por prolongar la fiesta, desandamos el camino andado. Cada mujer que pasa por nuestro lado se lleva algo de nosotros: cuando luego la seguimos con la mirada es algo de nosotros mismos que acompañamos y despedimos. (Pág. 81)

   
 Frente a un escenario de París el espectador estaba, como al pie de un tranvía, a la espera de una pierna fugitiva. Periódicamente, un movimiento coqueto de la actriz, que parecía involuntario, descubría por un instante el maravilloso secreto de sus piernas. Y esas pantorrillas, así imprevistas, llegaban a los hombres como un don del cielo. (Pág. 86)

   
 La vida moderna ha matado todo lo que había de espontáneo en la ciudad. La gente ya no silba ni escupe. Es una evolución que comenzó hace veinte años cuando, casi en un mismo acto, se desterraron los perros transeuntes y se quitó a los tranvías su cantora corneta de cuerno. (Pág. 101)