viernes, 30 de mayo de 2014

La parada del dolor y del olvido


Jordi Bonells
(1951)
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EL OLVIDO 

Sueña que va subido en un tranvía rojo repleto de gente. Está en la plataforma trasera. Hace un calor tremendo. Siente cómo las gotas de sudor le chorrean por la espalda y por las axilas, empapando la camiseta y la camisa blanca de manga corta que lleva puestas. Durante el trayecto se distrae leyendo los anuncios publicitarios que adornas la cornisa superior del tranvía […]. Al cabo de un rato, toca la campana para pedir parada pero el tranvía no se detiene. Se diría incluso que acelera. A codazos y empujones se abre paso por el pasillo para ir a quejarse al conductor, el cual, de pie, con un traje de pana ligera de color beige, frente al puesto de mando y sin soltar la manivela, le trata con displicencia: ya he oído la campanita, caballero, pero se equivocó usted de parada… cómo va a saber usted mejor que yo dónde me tengo que apear, le argumenta Pedro Pich… porque lo sé y punto, para eso estoy, tranquilícese, aquella parada no le convenía… a nadie le conviene… nunca me paro ahí… era la parada del dolor y del olvido…. Frene ahora mismo, grita Pedro Pich, enfurecido… Muy bien, caballero, pero yo ya se lo he advertido, comete usted un grave error… Pedro Pich salta entonces en marcha sin esperar que el tranvía se detenga del todo y tiene que correr unos metros junto a él para no perder el equilibrio arrastrado por la fuerza cinética… entonces el tranviario se asoma al pescante y le grita riéndose: eres un imbécil, solo intentaba ayudarte, eres un cabezota, allá tú… Pedro Pich, que hasta ese instante no le había prestado atención, se da cuenta de que el tranviario es su hermana… ¡qué haces de tranviaria… no es un trabajo de mujeres!... ¡no te metas en mi vida!, tiene tiempo de gritarle antes de que el tranvía se aleje por una pendiente hasta perderse de vista, y con él la hermana que no para de reírse… 

Jorge Bonells, El olvido, Planeta, Barcelona, 2001. Págs. 45-47