Joseph Roth
(1894-1939)
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Andreas Pum llevaba mucho tiempo sin viajar en tranvía. Lo recordaba como un simpático medio de locomoción. Siempre había dos o tres pasajeros que le ofrecían a la vez sus asientos. Su pata de palo, su traje militar, que llevaba en los días laborables, y su flamante cruz hablaban a la conciencia de la gente, aun de aquellos prójimos malhumorados que, siempre afligidos y como atormentados por mil injusticias, andaban por el mundo con la intención de amargar la existencia a cuantos se les ponen por delante. En el tranvía, Andreas Pum veía siempre caras obsequiosas.
Joseph Roth. La rebelión. Acantilado. Barcelona, 2008
Traducción F. Formosa. Pág. 61