MALCOLM LOWRY
(1909-1957)
______________
ULTRAMARINA
Hilliot podía ver los tranvías, los ómnibus, la multitud en el mercado; distinguía las letras del cartel de la Standard Oil Company, SOCONY; y allá arriba, en la montaña, un tren subía con infinita lentitud. (Pág. 30)
***
Miró desde la plaza hacia una larga calle. Vio rieles de tranvías y, muy lesjo, dos figuras borrosas que los cruzaban. (Pág. 39)
***
—Sí, el Sapporo Bar, Hilliot. Sigue por donde van los tranvías, es justo después de la Aduana. Te encontraremos allí esta noche. (Pág. 76)
***
Camina sin pensar adónde va. Los tranvías corren frente a las oficinas; las madres con abrigos de piel que huelen a tibieza se ajetrean en el Bon Marché con sus hijos de gorras de escolares; más allá, túneles secretos taladran los lúgubres edificios y el ferrocarril que atruena y un montón de puentes que llevan a la plataforma se prolongan en siniestra y desnuda confusión. Resuenan las campanas de los tranvías. Brutales edificios pugnan hacia el cielo por encima de Dana Hilliot. (Pág. 78)
***
Llegamos a las vías de los tranvías y pronto tres de ellos, atestados, pasaron chillando en rápida sucesión. (Pág. 98)
***
—No, muchacho, se parece tanto como un tranvía a un huevo… (Pág. 115)
***
Las calles fluían como vehementes canales de luz y los automóviles, los tranvías las atravesaban como enloquecidas barcazas de fuego. (Pág. 118)
Malcolm Lowry, Ultramarina, Monte Ávila Editores, Caracas, 1969. Traducción de Alfonso Llanos