Josep Pla
(1897-1981)
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Los
mallorquines, que son gente generalmente reposada, tienen a veces, verdaderos
ataques de brusquedad. Entonces se atropellan y parece que quieren hacer pasar
un enorme galimatías verbal por el ojo de un alfiler. La gente viste bien, con
una apagada discreción, lo que realza, por contraste, los deslumbrantes casos
de horterismo que se dan en Palma. Los tranvías son cómodos, limpios y sobre
todo lentos, que es como han de ser. Los cafés tienen una entrada fácil y
universal.
Por la
tarde voy al Molinar en tranvía. Los viejos grandes molinos tienen una
decrepitud melancólica. Me paseo a orillas del mar. Con una caña escribo
palabras sobre la arena blanca y húmeda. Pasa la tarde lentamente. Palma se
dibuja sobre una puesta de sol discreta, desvaída, sin escenografía.
Un pequeño tranvía une Sóller al
mar. El puerto de Sóller es una concha cerrada, una almeja. Debajo de unos
pinos seculares, dos pequeñas calles se alinean. Casas de pescadores, cuartel
de carabineros. ¡Ay, quién fuera carabinero del puerto de Sóller!