sábado, 6 de febrero de 2021

El pesado rodar del tranvía

W.G. Sebald
(1944-2001)
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AUSTERLITZ

De pronto noté el calor que salía del grueso radiador, repetidas veces pintado con malas pinturas de aceite, bajo la ventana abierta de par en par, oía solo el ruido que subía de la Karmelistská, el pesado rodar del tranvía, los aullidos de las sirenas de la policía y de las ambulancias lejanas, en alguna parte…
A mediados de octubre, dijo Věra, cuando la opereta estaba ya totalmente ensayada, fuimos juntos al ensayo general y, en cuanto entramos en el teatro por la entrada de artistas, dijo ella, yo, aunque antes, en el camino por la ciudad había hablado sin parar, caí en un respetuoso silencio. También durante la representación de las escenas más o menos caprichosamente ordenadas, y luego, al ir a casa en tranvía, estuve extraordinariamente silencioso y absorto en mis pensamientos.

Desde que los alemanes habían dictado normas aplicables a la población judía, solo podía hacer sus compras a determinadas horas; no podía tomar un taxi, tenía que viajar en el tranvía en el último coche, no podía ir a un café ni al cine, ni a un concierto cualquier reunión pública. 

[W.G. Sebald , Austerlitz, Anagrama, Barcelona, 2002. Traducción de Miguel Sáenz. (Págs. 150, 162-163, 174)]